2020/06/04

HUBO UN TIEMPO..

Hubo un tiempo en el que hice amistades con prisa.
Un tiempo en el lancé piedras a ventanas que nunca más volví a abrir.
Un tiempo en el que hice viajes fugaces
y fui muy feliz.
Un tiempo de volver a casa
con mi rojo de labios corrido y sin coraza.
Y un tiempo de silenciar mi vida y a todos esos de más.
Quemar muchas cartas y libretas
y volver a empezar.
Hubo un tiempo de emprender sueños y repartir felicidad,
y rodearme de astronomía, niños y actividades que me hicieron no pensar. Noches de playa, confidencias y madrugadas.
Un tiempo en que encontré notas de amor en mi coche,
sin llegar a saber nunca quien las escribía.
Y un tiempo en el que huía a ver el mar
y soltar porque necesitaba olvidar.
Hubo un tiempo de citas a ciegas y otro tiempo de coger aviones para besar a poetas que terminaron en mi olvido.
Un tiempo en el que huía a las 2 de la mañana porque no podía soportar los recuerdos.
Y un tiempo en el que recorrí las calles de Monterrey, creyendo que sabía algo de la vida, mientras ella calentaba motores para estamparme 2, 3 y 4 veces más.
Y hubo un tiempo en el que amé tanto
que sentí que ya no volvería a amar jamás.
Y la vida me volvió a levantar.
Y al poco, me volvió a reventar.
Hubo un tiempo en el que viaje a Roma y volví a quererme.
Y un tiempo en el que antepuse los deseos de un hombre a los míos,
hasta perderme. Y desconocerme.
Y un tiempo en el que tropecé entre promesas y despedidas. Sin encontrar la manera de saber quedarme.
Hubo un tiempo en el que me dediqué a huir,
y mantenerme a salvo.
Y aún a días quiero correr sin mirar atrás
y volver a empezar.
Hubo un tiempo en el que me maltraté y alimenté mis monstruos, mi ansiedad y a aquella soledad que me destruía.
Hubo tiempo para ser ave fénix y ser condena.
Para ser yugo, escudo, lanza y mecha.
Y fueron épocas. Épocas que sentí que eran para siempre.
Y todas terminaron.
Y otras comenzaron.
Decisiones permanentes
basadas en situaciones temporales.
Ese es nuestro principal error,
creer que lo que estamos viviendo es para siempre.
Y esa es nuestra principal condena,
no dejar ir lo que está destinado a marcharse

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