2017/09/14

•●EL VIOLINISTA●•

Ya sabran de estas páginas de la naturaleza de los Pactos con el Diablo y de personajes famosos que acometieron dichos tratos. Y por alguna razón, los músicos suelen ser personajes particularmente proclives a involucrarse en este tipo de relaciones.
Es fácil comprender por qué. La Música es una habilidad natural que requiere talento, mucho esfuerzo y grandes habilidades… pero suele ser garantía de una vida lujuriosa, de la obtención de fama y fortuna. Los músicos más famosos de la actualidad (y en particular las estrellas de rock de décadas pasadas) reflejan bien los placeres y la decadencia natural del gremio.
Quien desease acceder a todos los placeres mundanos no tenía más que acometer un pacto con Lucifer para asegurar su talento, su fortuna y dedicarse a maravillar el mundo con sus creaciones y sus ejecuciones. Esto es verdad en occidente desde, por lo menos, fines de la Edad Media, e incluso antes.

Por esta razón, muchos de los músicos más reconocidos y renombrados han sufrido constantemente la acusación de haber realizado un pacto con el demonio. Sus habilidades que bien pueden parecer sobrehumanas, su vida lujuriosa y llena de excesos, su naturaleza que parece ponerlos fuera del alcance de los seres humanos, todo ello hace que los simples mortales consideren (o consideremos) que estos personajes no comparten del todo nuestra Humanidad.
Y nadie ejemplifica esto mejor que Nicolò Paganini.
Nicolò Paganini Bocciardo nació el 27 de octubre de 1782 en Génova, entonces capital de la República de Génova, en casa de un comerciante no muy afortunado que complementaba sus ingresos tocando mandolina.
Cuenta la leyenda que cuando el pequeño Nicolò tenía apenas 5 años el diablo se apareció en sueños ante su madre, Teresa Bocciardo, y le aseguró que su hijo se convertiría en el mejor violinista del mundo. No se sabe a ciencia cierta si la historia es verídica, pero en cualquier caso fue a esa edad que su padre comenzó a educarlo en el arte de la mandolina. Dos años después, comenzaría a tocar el violín.

Para muchos, fue la crónica de un talento anunciado y predicho por quienes habían conocido al violinista cuando joven. Para otros, una muestra del poder que puede llegar a tener el Maligno y de su influencia en nuestro mundo. Todos, sin excepción, caían admirados ante las habilidades de Paganini, quien jamás desmintió abiertamente las cosas que sobre él se contaban. Pero claro, ¿qué mejor que ser aclamado como un violinista tan talentoso que necesariamente ha de haber hecho un pacto con Lucifer?
Pero con la fama no viene únicamente la fortuna. Vienen los aduladores y los admiradores, vienen los vicios y el pecado. Paganini no fue extraño a los placeres de mundanos y pronto comenzó a sentir los efectos de un estilo de vida dedicado a lo que entonces, más que ahora, se conocía como el pecado.
En 1822 fue diagnosticado con sífilis, enfermedad que entonces comúnmente resultaba mortal. Su tratamiento, a base de mercurio y opio, le dejó sendas cicatrices tanto físicas como mentales y dio la razón a quienes creían que se trataba de un castigo divino por realizar pactos con el Demonio. Pero ni siquiera la Sífilis (seguramente el mayor terror de tiempos antiguos) detuvo al violinista.
Su fama se volvió inalcanzable. Su talento, incomparable. Pese a su figura pálida y delgada (demoníaca, dirían algunos) y a un rostro que distaba de la belleza se contaban por decenas (centenares, quizás) las mujeres que lo buscaban para obtener, así fuera por una vez, un momento de pasión. No fue hasta pocos años antes de su muerte que el músico decidió descansar de esta vida… y para entonces, afirman muchos, ya era demasiado tarde.
En septiembre de 1834 Paganini dejó la música de manera definitiva. En 1836 su casino recién fundado entró en quiebra dejándolo en la ruina y obligándolo a vender muchos de sus preciados instrumentos para pagar sus deudas. En 1840 cayó enfermo, pero rechazó la presencia de un sacerdote para recibir la extremaunción por lo que moriría sin poder ser enterrado en un cementerio. Pasarían décadas antes de que el cuerpo del violinista pudiese, por fin, descansar en terreno sagrado.
Su negativa a recibir el último sacramento y la consecuente prohibición de descansar en terreno sagrado no hicieron sino reforzar la teoría de que el hombre había hecho un pacto con Satanás. Pero ¿era cierta tal cosa? No es difícil suponer que sí. Paganini tuvo a lo largo de su vida mucho de lo que nosotros, simples mortales, llamaríamos suerte. Si hemos de creer a la leyenda, parece ser que el diablo sabía lo que decía cuando afirmó ante su madre que el pequeño Nicolò se convertiría en el mejor violinista del mundo.
Para comenzar, su porte. Ya mencioné que muchos afirmaban que Paganini tenía un aspecto demoníaco (algo que achacaban a su pacto con el maligno). Esto parece no haberse debido a la casualidad, sino a que el músico posiblemente sufría del Síndrome de Marfan que, entre otras, hace que las personas tengan extremidades particularmente largas y delgadas. Sería esto, según algunos, lo que le permitió realizar sus impresionantes hazañas.
Estas, que incluían tocar sonatas con una única cuerda del Violín, permitiéndole jugar con los sonidos y realizar múltiples tonos a la vez, doblar sus dedos hasta lograr posiciones casi imposibles y moverlos a una velocidad impresionante. Sus manos, que según se cuenta tenían 45 cm de punta a punta, le facilitaban sobremanera el manejo del instrumento.
En cualquier caso, todos concuerdan con que desde niño mostró un talento natural para el violín. Su habilidad le granjearía el amor de su padre y el apoyo de incontables mecenas que le permitieron educarse en los sitios más exclusivos para aprender a tocar el instrumento.
Nicolò estudió algún tiempo bajo los maestros de Génova, pero pronto superó el nivel de sus tutores y su padre se dirigió a Parma, en donde esperaba que la joven promesa pudiera seguir con sus estudios. Pronto su maestro, Alessandro Rolla, los remitió al maestro de él, Ferndinando Paer, y este a su vez los llevó a la casa de su propio maestro: Gasparo Ghiretti. Era tal el talento del pequeño Nicolò que parecía superar incluso a los más grandes violinistas de Italia.
En 1801 Nicolò, con 18 años, se convertiría en el Primer Violín de la República de Lucca. Su fama como violinista apenas comenzaba a despegar, y en este periodo solo era superada por su fama como mujeriego y juerguista, la cual lo acompañaría por el resto de su vida. Aunque su posición le brindaba una cierta comodidad, aún no había alcanzado la fama que llegaría después, y su situación dependía mucho de los conciertos que pudiera conseguir aquí y allá.
En 1805 las tropas napoleónicas invadieron Lucca, y en 1807 la hermana de Napoleón, Elisa Baciocchi, se convertiría en la Gran Duquesa de Toscana. Paganini ascendería rápidamente en estas circunstancias, convirtiéndose en tutor personal de la duquesa y en violinista de la Corte de Toscana, sin embargo, abandonaría esta carrera para dedicarse, de nuevo, a los conciertos privados.
Fue en esta época cuando comenzó a correr la voz de su pacto con el diablo. El talento de Paganini parecía entonces insuperable: sus hazañas tocando el violín incluían la impresionante habilidad de tocar a una velocidad de 12 notas por segundo, algo hasta entonces impensable. Su fama ascendería maratónicamente hasta convertirlo en uno de los intérpretes más famosos del mundo. Pero jamás se apagaría el rumor de su supuesto pacto con el diablo.

Pero no fue solo esto lo que favoreció a Paganini. Su primer violín importante, por ejemplo, lo obtuvo casi por azar: cuando era un adolescente en Livorno un rico empresario de la ciudad decidió prestarle un violín que había sido fabricado por el célebre Giuseppe Guarneri para un concierto. Fue tal la presentación del joven Nicolò que el empresario, llamado Livron, se negó sistemáticamente a aceptar su devolución: este violín sería luego bautizado Il Cannone Guarnerius. Un segundo instrumento, al menos igual de valioso, lo obtendría en una feria tras ganar una apuesta a un hombre desconocido.
Sea como sea, Paganini parece haber nacido para la gloria. Lo tuvo todo para ser el mejor violinista, y lo fue, pero murió en desgracia, habiendo perdido todo lo que en vida había ganado. Su fortuna seguramente le pesó mucho menos que sus valiosos instrumentos que lo habían catapultado hasa donde ningún otro hombre era capaz de llegar. Quién sabe qué pecados habrá pagado al final de su vida para morir de una manera tan deshonrosa.
Terminamos con una pequeña conversación entre Paganini y el retratista Pasini, en la que, como siempre, dejaba en el aire la posibilidad de haber firmado un trato con el Maligno:
– “Es muy claro. El violín es el único instrumento que puede variar al infinito la altura de los sonidos, igual que la voz humana; y, junto con el órgano, es el que posee la propiedad de prolongarlo indefinidamente. Yo trato de unir ambas cualidades, dando al instrumento una tonalidad humana. De nada valdría el esfuerzo titánico y genial de los grandes constructores estudiando las grandes proporciones de todas sus partes si el violín no se acercara a la sensibilidad humana. Esto es, por otra parte, la aspiración última de la orquesta. Y el violín es el instrumento supremo de la orquesta. En mi violín hago resonar todo: los cantos de los pájaros, el sonar de las campanas, las tristezas y los dolores íntimos de los hombres. Voy, realmente, no al entendimiento, sino al corazón del oyente, por eso establezco rápido contacto con él, por eso…”
– “¿Por eso…?”
– “Por eso dicen que el diablo es el que está en mi cuerpo”.
– “¡Bah! Supersticiones de ignorantes”.
– “Sí, supersticiones, ¿quién sabe? A veces yo mismo me pregunto si la gente tendrá razón. No sé cómo debe sentirse un poseído del demonio”.

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