No hay una sola persona en este mundo que no tenga uno o dos malos recuerdos malos que le acompañen toda su vida.
A veces, no podemos deshacernos de ellos, por mucho tiempo que pase.
Siguen ahí, en nuestra mochila.
A veces en silencio.
A veces como un grito en la noche.
A veces ligeros.
A veces pesados como si te hundieran en el asfalto.
Y sí, tenemos que aprender a vivir con nuestra carga. Nuestra mochila. Pese lo que pese.
En ocasiones encontramos a gente dispuestos a llevárnosla un rato.
Y qué bien sienta eso.
Sobre todo cuando ibas cuesta arriba y llevabas 3 días agotada.
Y quizás un día te encuentres con suficiente fuerza para decirle a alguien que le llevas su mochila un rato. Y la cargues con gusto porque esa persona lo necesita y también, porque alguien ya lo hizo por ti.
Y así vamos , normalmente sobrecargando nuestra mochila más de lo que debemos, llevando el peso físico y emocional de nuestra vida con todo lo que ello conlleva. Si nos movemos despacio, morimos rápido. Es por ello que debemos de tener la rutina de vaciar la mochila con regularidad porque la mayor parte de las veces, no somos nosotros los que nos ponemos la carga, sino que nos la meten. Y si nos van a meter algo, que sean po... y no piedras en nuestras mochilas por favor.
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