No la confrontes… pon límites desde tu nueva identidad. No quiero pelear con ella… pero tampoco quiero seguir perdiéndome a mí.
El cerebro tiende a repetir patrones, incluso los dolorosos, por una sola razón: nos son familiares. La corteza orbitofrontal —según Daniel Goleman— guarda las rutas emocionales más conocidas, aunque sean disfuncionales.
No necesitas destruir el vínculo para sanar… pero sí necesitas dejar de anularte en él.
TESTIMONIO:
“No le grité, no me peleé. Solo le dije: ‘Ya no acepto que me hables así’. Me tembló todo… pero no me rompí.” — Carla, 36
CONSEJO PRÁCTICO:
Escribe tres frases que puedas usar cuando ella quiera invalidarte:
“No estoy disponible para hablar de eso ahora.”
“Entiendo que pienses distinto, pero yo tengo otra forma.”
“Prefiero que no hablemos así frente a los niños.”
Repítelas en voz alta. Entrenar tu voz… fortalece tu identidad.
No necesitas convertirte en tu madre para poner límites.
Solo necesitas dejar de actuar como la niña que callaba para que no la abandonaran.
Poner un límite no es despreciar a quien te crió…
es empezar a cuidar a la que tú estás criando hoy: tú misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario