2023/03/04

Ayahuasca: un cambio de vida psicodélico

 


La línea entre lo que consideramos una droga psicodélica y lo que se puede llamar una medicina ancestral para entrar en trance es muy delgada. Yo, al igual que mis familiares cuando les comenté que me iba a una ceremonia de ayahuasca, pensaba que era como una viaje intenso parecido al LSD, pero natural; una droga para hippies chic que fue arrebatada a las tribus peruanas para satisfacer una necesidad de éxtasis místico en nuestra sociedad moderna occidental. Pero estaba muy equivocada. La vivencia, resultado de mi encuentro con la ayahuasca, es, sin temor a exagerar, la más enriquecedora que he tenido en mi vida. Fue la reinicialización de mi sistema como ser vivo en este planeta.


Con la ayahuasca te mueres un poquito, o sea, es una muerte pequeñita. Como me explicó el chamán, tienes que matar las sombras que acechan tu crecimiento, es un encuentro con lo más oscuro de uno mismo, por eso es conocida como la “liana de la muerte”. Esa oscuridad es nada menos que tu inconsciente, un cara a cara con lo más enterrado de nuestro ser. Es una experiencia dura, una pelea de gladiadores en un terreno fantástico y desconocido, y el limite es la muerte. Solo un gladiador sobrevive, y como no te puedes quedar “en el viaje”, sabes que tu consciente es el que va a ver la luz al final de la pelea. Solo que esa luz no es la luz al final del túnel, es la luz de cuando abres por primera vez los ojos, como cuando sales de la oscuridad del vientre materno. Así es. Te mató tu inconsciente. Con la ayahuasca siempre pierdes la batalla para renacer más fuerte, más vivo y en comunión con la vida misma. A toda esa batalla con la ayahuasca se le llama “trabajo” y más que un trabajo cualquiera, se asemeja más a los 12 trabajos de Hércules. Al viaje del héroe para hacerse valer ante los dioses. Ése es el tipo de dificultad al que te enfrentas con el trabajo de ayahuasca, pero la recompensa es inversamente grata, te estrenas como un semidiós.


La ayahuasca forma parte de las llamadas plantas maestras, entre las cuales también está el peyote. Es una maestra conocida como “la abuelita” porque como una abuela, es dura con su enseñanza pero lo hace con amor y por tu bien. La ayahuasca es el brebaje psicodélico utilizado ritualmente por los chamanes, curanderos o maestros ayahuasqueros de las etnias del Amazonas —desde hace más de cinco mil años— como un camino para obtener la expansión de la conciencia.


La huasca, yagé, purga o daime, son algunos de los nombres utilizados para referirse a esta antigua y sagrada pócima. El brebaje se obtiene mezclando dos o más sustancias farmacológicamente activas: la liana de la Ayahuasca (Banisteriopsis caapi) y la Chacruna (Psychotria viridis), que son machacadas y cocidas en agua hirviendo durante 16 horas. La ayahuasca ha sido el quid de la curación y la vida espiritual en la gran cuenca del Amazonas desde tiempos inmemoriales. La sinergia entre ambos elementos activa la diemetriltriptamina (DMT) en el cerebro. La DMT no tiene actividad cuando se administra oralmente a menos que esté acompañada de un inhibidor de la MAO (monoaminooxidasa), como sucede en el caso de la ayahuasca.


La DMT es un alcaloide triptamínico, el cual es responsable de los sueños en la fase REM del descanso inconsciente. Es el responsable de los sueños lúcidos también. Se dice que el cuerpo solo libera el DMT al nacer y al morir, lo que ha hecho muy popular su adquisición sintética por parte de mucha gente. Pero el DMT que se puede conseguir no tiene absolutamente nada que ver si lo comparamos con la ayahuasca.


Hay dos etapas que vale la pena subrayar de esta experiencia, la inminente y tangible, que sucede durante las ocho horas después de tomarla, es decir ese despertar y morir al mismo tiempo. Y la posterior, la del trabajo de todos los días después de tomarla. Me tomé la libertad antes de narrar mi experiencia directa, de dejar que cayeran “los veintes” y ver como fluye y transita todo lo que se manifestó ese día.


Nuestra educación occidental nos hace creer que la transmisión del conocimiento se hace de manera verbal y escrita, por lo que el primer paso para enfrentar una experiencia como el proceso de la ayahuasca es estar dispuesto y perceptivo a que la enseñanza vendrá por otro lado. Me refiero a un “proceso” ya que el ejercicio de enseñanza empieza antes de la noche de la ceremonia y el trabajo de la medicina continúa indefinidamente en el tiempo. La enseñanza previa comienza con los cambios de hábitos en la dieta. Hay mucha gente que no hace la dieta, que la modifica, que fue mal informada sobre ella o que ha tomado tantas veces ayahuasca que ellos mismos inventan su dieta. Supongo que cada cual vive la experiencia como quiere, pero cuando es tu primera vez y lo vas a hacer con un chamán —de confianza—, más vale que te ajustes a sus planteamientos si es que quieres evitarte un mal rato con la planta. Algunos chamanes te pedirán hacer un mes de dieta previa, y otros una semana, pero el objetivo común de la dieta es purificar tu organismo y que el golpe físico de tomar el yagé no sea tan tormentoso. El brebaje te purga y te limpia, por lo que cuanto más “contaminado” esté tu organismo, más vas a sentir la sacudida de la purga. La dieta es básicamente la siguiente: no comer carnes rojas y los últimos dos días se sugiere evitar la ingesta de cualquier animal, no comer alimentos procesados, ni irritantes como picante o café —casi muero con esa restricción—, no alcohol, ni drogas recreativas o farmacéuticas, no lácteos, no sexo, descanso los tres días previos al trabajo y mantener la dieta los tres días posteriores para conseguir mejores resultados. Yo apliqué la dieta al pie de la letra y le fue bastante bien a mi cuerpo cuando entró en reacción con el brebaje.


Aquí se inicia un primer cambio de hábitos brutal. Todos los que van a tomar ayahuasca van con un propósito, y al saber que no es algo recreativo, su intención puede ser descubrir caminos en el presente, abrir puertas para transitar por otros caminos futuros, superar traumas pasados, sobreponerse de adicciones, comportamientos indeseados o tener una experiencia espiritual entre otras cosas. Aunque nos pongamos específicos, todos llevan de la mano un cambio de hábitos, ya sea que ese vaya a ser el catalizador a un aprendizaje más grande o que solo sea un efecto colateral. El psicólogo William James fundador de la psicología funcional y defensor de terapias alternativas con curanderos, fue el primero en hablar de hábitos en la psicología, a él se le atribuyen los famosos 21 días necesarios en la plasticidad cerebral para generar un cambio de hábito. Pero nuevos estudios realizados por la universidad del sur de California indican que los hábitos comienzan a desarrollarse ante una necesidad y terminan siendo el resultado de un aprendizaje de asociación que dura entre 15 y 254 días. Por lo que hay que estar dispuesto a seguir trabajando las enseñanzas que revela la ayahuasca muchos días después de haberla tomado, si es que queremos cambios reales. Si profundizamos sobre este pensamiento y hacemos la asociación con el conocimiento científico, podemos llegar a varias preguntas, preguntas que yo misma me he hecho desde la ceremonia: ¿es la ayahuasca un atajo de la meditación o del psicoanálisis? ¿Será que no tengo paciencia para ninguna de las anteriores?


En el último cuarto del siglo, “occidentales” de EE.UU. y Europa comenzaron a peregrinar a América del Sur, motivados por ser parte de las experiencias tempranas de ayahuasca en Perú. Incluso William Burroughs viajó en 1950 a Sudamérica para probar el yagé. De hecho, se puede considerar a Burroughs como el primer turista de la ayahuasca. Narró su viaje a su amigo Allen Ginsberg, y de esa correspondencia salió el libro epistolar Las cartas del yagé.


La razón fundamental de la popularización de la ayahuasca es ineludible para quienes han podido presenciar sus efectos. Sí, es una experiencia psicodélica poderosísima, pero va más allá. Es trascendental. Se ha popularizado tanto que a finales de septiembre de 2014 se llevó a cabo el Congreso internacional de ayahuasca en Ibiza con foros académicos, legales, ponentes científicos y chamánicos. Hay que tener cuidado con la globalización de la ayahuasca, la popularización de una cosmogonía amazónica y la sobre-predisposición a encontrar un remedio mágico a nuestros problemas. La popularización de esta medicina ya ha generado chamanes impostores, peligrosas preparaciones de la planta y lucro capitalista sobre un ritual indígena.


Tengo miedo de que la ayahuasca que todavía está en trámites legales de regulación se convierta en la Disneylandia de la experiencia psicodélica. Después de mi experiencia estoy tranquila en el sentido que cualquier intención deshonesta con la planta va a ser pagada muy cara por sus usuarios. Porque repito, la ayahuasca te mata —figurativamente—. Pude darme cuenta en esta ceremonia de la evidente popularización de la planta ya que más de la mitad de los participantes eran primerizos, y el promedio de edad del grupo era de 40 años solamente. Dentro de este pensamiento, también veo un rayo de esperanza. La esperanza que todos entremos en esta conciencia universal, en esta comunión con todos los seres vivos.

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