Últimamente nada es lo que ves, la mala suerte toca constantemente a mi puerta, se ha llevado todo consigo, los suspiros en mi almohada, mi botiquín extra de recuerdos gratos, las palabras de aliento de mi madre, la mirada fría de mi padre y la sonrisa de aquella niña atrapada en este intento de mujer valiente.
Bendita mala suerte, me has librado de días amargos y me has otorgado nuevos comienzos.
Me liberó de una madre indiferente y un padre cuyas manos secan todo a su paso, bendita mi mala suerte porque aunque el dolor ha sido mi remo y mi balsa; me condujo a ser firme y consciente de mi misma, de mi fuerza y mi determinación.
Yo, bendigo mi mala suerte, porque me empuja un paso al frente.
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