Será que con el tiempo y la experiencia me he vuelto más selectiva.
No quiero medias naranjas, lo primero porque no soy una fruta ni estoy incompleta.
No quiero un hombre a mí lado que me salve ni yo salvarlo a él. Ni salvadora ni salvada. Cada uno tiene que librar sus propias batallas. La ayuda siempre viene bien, pero hasta ahí.
No quiero una pareja que sea equipaje con el que cargar: sí quiero una pareja con la que hacer equipo. Tampoco serlo. Equipo sí equipaje no.
No quiero ser la madre de nadie más que de mis hijos. Tampoco quiero ser la hija de otro que no sea mi padre.
No quiero ser la sumisa y dominada en una relación. Independencia siempre, él y yo.
No quiero que me apaguen la luz para que él brille. Hay mil estrellas en el cielo y todas tienen su espacio.
No quiero ataduras ni cuerdas que me ahorquen, quiero sentirme libre y querer quedarme por elección no por obligación.
Quiero ser prioridad y elección, no opción.
Quiero otras cosas. Lo sé y lo tengo claro.
No somos gente fácil. A veces herimos sin querer, otras veces ni sabemos por qué lo hacemos. Todos llevamos algo roto, algo que no se ve pero que pesa. Algunos se esconden detrás del orgullo, otros se pierden en la duda. Y nadie es solo lo que hace un día: ni lo peor, ni lo mejor. Lo que somos está en lo que intentamos, incluso cuando fallamos. Vivir es eso: caminar con las grietas al sol, sin disfraz, sin prometer perfección, pero con la voluntad de seguir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario