El día que todo se perdió, incluso la cordura…
No hubo reflexión.
Parecía que nunca más volverían a fluir las palabras, ahí dentro todo era caos, ideas desordenadas.
Y escribí en un papel mi sentencia, sin esperar nada.
Seguía el desorden.
Caos tan bonitos que no lo parecen, son arte.
Como un cofre lleno de viejos recuerdos e intentos fallidos, tan elegantes que dan ganas de coleccionarlos.
Y en todo este caos, piensas sin querer en esas personas que quieres sentir cerca…detenerlas en su caminar.
Son en apariencia almas libres, pero aún así dan ganas de quitarles peso a su equipaje.
Amables, hermosas, caminan como si nada importara, tan dueñas de ellas que no andan buscando a alguien, buscan algo que nadie sabe…en ocasiones ni siquiera ellas.
Esas personas que no saben de coqueteos, no desean ser descubiertas, piensan en silencio, tienen la mirada perdida y sin embargo no se pierden nada...
Son nómadas, no les gusta la rutina quieren viajar y si no pueden, se refugian en los libros, te hablan de lo que quieras y algunas veces adivinan tu pensamiento.
Son almas que llaman la atención por su “originalidad” y eso que para ellas sólo es su aburrida forma de ser.
No encajar es su virtud y defecto.
Son como esa melodía, una galería de arte…un museo que no conoces su nombre, no les pones atención en un primer instante, pero son quienes les dan ese toque maestro que produce sensación de paz, de estar en un momento inolvidable, en el sitio correcto, con las personas exactas...
Son almas viejas transcendiendo, de las que mucho puedes aprender a pesar de llevar su propio ritmo.
Así elegí adueñarme del presente para sentenciar un final.
Sí algún día somos el recuerdo de alguien...
¿No será quizás la única manera de seguir “presentes”en este mundo?
Hoy esta reflexion eres tú...
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