Fui ochomesina sentenciada;
24 horas de vida me daban.
Con llanto callado, deshidratada,
sin llegar a peso y talla.
Mis padres se despidieron,
con lamentos y anhelos,
perderían aquel bonito sueño,
tan débil, tan pequeño.
Mas no preguntéis como;
pero a la vida me aferré,
saqué todas las fuerzas
que en mi interior encontré.
Pues la vida es un carrusel
que gira, sube, baja,
no se detiene, avanza,
da sentido a la esperanza.
Por eso vivo cada día,
siento y me impregno.
Arriesgo el corazón,
apuesto con ilusión.
A veces dulce el destino;
otras amargo el camino.
Mas me hidrato con la vida
aunque me dibuje alguna herida.
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