Hoy me he levantado con el día torcido. No veo el lado positivo de nada. El sol no brilla ni entra por mi ventana acariciando mi rostro.
He desayunado un café que me sabe amargo y unas galletas secas que llevaban días en un paquete abierto hace tiempo.
El espejo me ha mostrado mi peor cara . Unas oscuras ojeras bajo mis ojos de mirada apagada. Un rictus de amargura en lo que en otro tiempo fue mi sonrisa. Labios ajados, piel cenicienta.
He abierto el armario y la ropa de colores oscuros y apagados se ha lanzado a mis brazos. Y no tengo ganas de buscar entre las perchas algo que te anime un poco.
Agarro unas botas más viejas, esas que son prácticamente planas y tienen las suelas casi totalmente desgastadas. Tienen polvo, pero no me molesto en limpiarlas.
Agarro el bolso de ayer y salgo por la puerta sin querer mirarme, en el espejo de la entrada. Cabizbaja, camino hacia las escaleras que bajo con desgana. Salgo de la casa, y el cielo cubierto comienza a soltar las primeras gotas de lluvia sobre mi pelo.
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