2024/09/26

Hitler,y las cazadoras de su comida.

 Hitler y su amante Eva Braun. El mandatario alemán tenía un grupo de catadoras de alimentos.

Imagínese una mesa repleta de alimentos exquisitos. Imagínese a un grupo de mujeres, jóvenes y hambrientas, frente a esos platos deliciosos. Están obligadas a ingerir esa apetecible comida, pero eso implica un enorme peligro para ellas: pueden morir.

Ese es el terrible dilema al que se enfrentaban en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, las 15 mujeres que se encargaban de probar la comida de Adolf Hitler para evitar que el líder alemán pudiera ser envenenado.

Un día leí en un periódico italiano un breve artículo sobre Margot Wölk, una señora de 96 años de Berlín que por primera vez confesaba haber sido una catadora de Hitler y que, junto a otras mujeres, probaba la comida destinada al dictador alemán para asegurarse de que no estaba envenenada.

Porque esa mujer se vio obligada a hacer de catadora de Hitler sin ser nazi. Margot Wölk no creía en Hitler, no quería salvarlo, pero se vio obligada a hacerlo y a poner en peligro su vida por él.

Esto la convertía en víctima, porque tres veces al día se arriesgaba a morir al hacer un gesto tan simple como comer, el gesto más indispensable para vivir. Pero también era una cómplice, porque al catar la comida de Hitler contribuía a salvar al mal absoluto, a mantener con vida al mayor criminal del siglo XX, y al hacerlo se convertía en parte de ese sistema. Esa contradicción,porque cualquier ser humano tiene la posibilidad de acabar consintiendo y apoyando un régimen totalitario para sobrevivir, empujado por el instinto de supervivencia que llevamos en nuestro ADN.

Margot Wölk es un personaje fascinante para relatar la ambigüedad y la ambivalencia de los seres humanos.

En su novela, Hitler también aparece como alguien profundamente contradictorio: alguien que ordena el exterminio de 6 millones de judíos y que sin embargo no come carne porque los mataderos de animales le parecen muy crueles. ¿Realmente Hitler era vegetariano y lo era por esa razón?

Sí. Lo sabemos gracias a las memorias de una de sus secretarias, que cuenta que Hitler era vegetariano y que un día, durante una comida con un grupo de fieles, contó que había dejado de comer carne después de visitar un matadero y que aún recordaba cómo chapoteaban sus chanclos en la sangre fresca.

Efectivamente, es absurdo que alguien como Hitler no soportara los mataderos. Tan absurdo como que el mismo año en que Hitler promulgó las leyes raciales, el punto de partida de lo que luego sería el exterminio de los judíos, promulgó también leyes que prohibían cortar la cola y las orejas a los perros, una práctica que entonces era bastante habitual.

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