Con el tiempo vamos reduciendo equipaje emocional, reducimos necesidades y las opiniones de los demás nos dejan de importar.
Puede que el tiempo solo sea una excusa o puede que realmente veamos la vida con más claridad. Empezamos a vivir de acuerdo con lo que sentimos, sin actuar, sin fingir, sin temor a ocultar una sonrisa o las lágrimas de un mal día.
Comenzamos a dejar de juzgar, porque te das cuenta de que cada uno tiene su vida, unos la que soñaron, otros la que les tocó... y estamos los del término medio.
Aceptas que todo es un continuo cambio, que los dramas pasan y la vida sigue su curso. Que algunas personas se quedan y otras se van. Que los amores son para siempre o solo para un rato. Que una sonrisa de un niño puede cambiar tu mundo. Que nada es casualidad. Que el destino existe.
Y finalmente entendemos que todo se reduce a estar en paz con uno mismo. A vivir sin miedo, sentir cada momento como único, sonriendo, llorando, gritando, bailando, queriendo y sintiéndote pleno solo por tener la suerte de estar Vivo.
¡Eso es la verdadera felicidad.!
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